“Una noche, aposté lo último que teníamos en Las Vegas… o la empresa moría al día siguiente.”
Todo comenzó con una simple observación en la universidad: los sistemas de entrega eran lentos, ineficientes… anticuados. Presenté la idea de un servicio de paquetería exprés como tesis, y me pusieron una nota mediocre. Nadie creía en eso. Aun así, decidí llevarlo a la realidad. Vendí todo lo que tenía y fundé FedEx.
Al principio fue un desastre. Los costos operativos eran altísimos, los vuelos se retrasaban, y el dinero se evaporaba más rápido de lo que llegaba. Llegó un momento en que teníamos 5,000 dólares en la cuenta y una deuda de millones. Era eso… o el fin. Así que tomé un vuelo a Las Vegas con ese último dinero. Suena absurdo, pero esa jugada me dio $27,000 que compraron el tiempo suficiente para sobrevivir una semana más.
Esa semana se convirtió en un mes. Ese mes, en una oportunidad. Conseguimos inversores, mejoramos la logística, y poco a poco… FedEx empezó a despegar de verdad. Pero lo que nadie ve es que detrás de cada gran empresa, hay noches sin dormir, decisiones arriesgadas y una fe brutal en algo que solo tú ves.
“A veces, lo que parece una locura es simplemente el precio de creer en lo imposible.”
